“El fin del dolor es el principio de la muerte”: Watanabe y el mensaje detrás de Lazarus
Shinichirō Watanabe, creador de uno de los animes más emblemáticos de todos los tiempos, Cowboy Bebop, regresó al género de ciencia ficción con Lazarus, una serie que se ha convertido en uno de los títulos más incomprendidos del año.
A pesar de su ambición visual y sonora, el anime ha recibido críticas negativas por la falta de profundidad en el desarrollo de sus personajes; sin embargo, más allá de estas opiniones, Lazarus plantea una cuestión que atraviesa toda su narrativa y estética: ¿cómo se vive cuando el dolor ya no está?
Como él mismo afirma en entrevista con Deadline, “[en Lazarus] hay muchos temas, pero el más importante es el dolor. El Dr. Skinner (personaje de la serie) dice al principio que no sentir dolor es lo mismo que morir, y para él, la cuestión es si el dolor debe eliminarse por completo, tanto física como mentalmente”.

El fin del dolor como condena: la fábula sombría de Hapna
A diferencia de Cowboy Bebop, Lazarus comienza en un futuro muy cercano al nuestro. La humanidad parece haber alcanzado la felicidad gracias a Hapna, una suerte de “Soma” que elimina por completo el dolor físico y emocional.
Sin embargo, como con cualquier droga, la euforia es efímera. El creador del medicamento, el Dr. Skinner, revela a la humanidad que solo tiene 30 días para encontrar la cura al Hapna, ya que este no solo adormece el sufrimiento, sino que también mata a sus usuarios tras un plazo fatal.
Watanabe confesó que su inspiración fue la crisis mundial de opioides: “Pensé que podría existir una droga similar a un opioide, pero diseñada para matar personas en un plazo determinado de años”, dijo.

Lazarus no es solo una parábola sobre adicciones; es también una fábula sombría sobre un mundo que eligió anestesiarse antes que confrontar su propia destrucción.
“La situación también desata una ola de pánico y confusión […] una carrera para encontrar al creador de Hapna con la esperanza de detener su plan de castigar a la humanidad por sus pecados autodestructivos contra el planeta”, dice a The Verge.
El Dr. Skinner no aparece como un villano común, sino como un demiurgo que devuelve a la humanidad la muerte que ella misma sembró por años y que jamás quiso revertir: contra el planeta, contra los cuerpos, contra las emociones.
La droga que prometía eliminar el sufrimiento resulta ser un castigo, una forma de justicia poética; al renunciar al dolor, la humanidad renuncia también a su capacidad de transformarse y resistir, por lo tanto, se condena. En Lazarus, el bienestar artificial no es una utopía, sino el prólogo silencioso del fin.

Cuerpo, resistencia y supervivencia
Más allá de la metáfora y la crítica social, Lazarus se adentra también en la experiencia física y emocional de la supervivencia. Watanabe ha contado que todo comenzó con una imagen clara: Axel, el protagonista, una figura construida desde lo físico, desde la manera en que se desplaza por el mundo. “Axel se inspira un poco en Tom Cruise”, confesó el director. “Se nutre del peligro y, a veces, parece casi adicto a él”.
A él se suman Chris, Douglas, Eleina, Leland y Hersch, seis individuos que reciben una última oportunidad para intentar corregir sus vidas. A lo largo de la serie, Watanabe profundiza, en mayor o menor medida, en la historia de estos marginados, y eso es quizás lo más conmovedor del anime.
Es lo que le da vida y hace que su pulso se sienta real: aquí no se trata solo de ciencia ficción y acción, sino de la humanidad en su forma más cruda, de cómo una sola vida puede contener un universo entero — en el sentido más amplio y poético que Walt Whitman le atribuyó (ojo al capítulo 7, uno de los más hermosos que ejemplifica muy bien esto).

La música que da vida a Lazarus
Si el cuerpo es protagonista, la música no se queda atrás. Con artistas como Kamasi Washington, Bonobo y Floating Points, Lazarus vuelve a poner el sonido en el centro narrativo, tal como hizo Cowboy Bebop con el jazz.
Watanabe les pidió a los músicos que trabajaran como si estuvieran creando su propio álbum, no simplemente una banda sonora. El resultado son atmósferas que fluctúan entre el trance melancólico, el dolor y el miedo a un futuro incierto, hasta llegar a la exaltación rítmica del vacío. En palabras del propio director: “No lo vean como una banda sonora, háganlo suyo”.
El anime concluye con Dark Will Fall, una canción de Bonobo que encapsula la esencia misma de Lazarus. Con imágenes de fuego, oscuridad y promesas irrevocables, la letra refleja el conflicto constante entre la entrega y la lucha por sobrevivir, dejando una sensación de vacío que resuena con la atmósfera general de la serie.
Lazarus no solo es una historia de ciencia ficción, sino una radiografía sobre lo que realmente significa sentir, sufrir y, en última instancia, vivir. Cuando el dolor desaparece, ¿qué queda de nosotros? Watanabe no ofrece respuestas, pero sí un espejo para que cada espectador se cuestione su propia relación con el sufrimiento y la resistencia.