Tin Tan: 110 años de ser ‘El Rey del Barrio’
El 19 de septiembre de 1915, a cinco años de haber iniciado la Revolución Mexicana, nació en una vecindad ubicada en la otrora calzada de Tlacopan —hoy, el Hotel de Cortés en la avenida Hidalgo— Germán Genaro Cipriano Gómez Valdés Castillo, quien seguramente, al recibir la nalgada de la partera para llenar sus pulmones de oxígeno, no lloró, sino que gritó: “¡Aquí está su pachucote!”.
Músico, poeta y loco

Con un total de 106 películas —que iniciaron con el cortometraje El que la traga, la paga (1940), de claras influencias chaplinescas pero que ya dejaban ver su soltura innata para la comedia a través del lenguaje corporal y la gesticulación—, hasta La mafia amarilla (1972) junto a Blue Demon.
En este último título hizo un papel que, aun siendo secundario, aceptó sin problemas y donde sus chispazos de improvisación cómica, parte esencial de su ser, permanecían tan frescos como siempre. Germán Valdés ‘Tin Tan’ forjó una carrera excepcional que echó profundas raíces en la cultura mexicana.
A ello se suman más de 100 grabaciones de canciones de sus películas y boleros, recopiladas en diversos discos; exitosas presentaciones en teatros y centros nocturnos junto a su “carnal” Marcelo, dentro y fuera de México.
Incluso forjó el récord no inscrito en los Guinness de ser el actor que más “chamacas” besó en el cine nacional; y una personalidad divertida, anárquica, generosa, traviesa y profundamente erótica.
Tin Tan llevó una vida profesional y familiar alejada de los círculos de poder político, siempre fiel a sus principios, generoso de alma y en constante cuestionamiento de los tejes y manejes perversos del gobierno de su época.

Dios los cría
Por ello, y para quienes deseen profundizar en la vida de Germán, me permito recomendar ampliamente una de las mejores biografías jamás escritas sobre su vida y obra, la de quien se ganó a pulso un lugar irrevocable en la cultura popular mexicana.
Me refiero a la biblia de nosotros, los tintanófilos de todos los tiempos: el libro Aquí está su pachucote… ¡Noooo!, de Rafael Aviña (2009), editado por la Dirección General de Publicaciones del CONACULTA.
Aviña nos ofrece una biografía impecable, no solo para comprender el fenómeno de Germán Valdés Tin Tan en el cine mexicano, sino para contextualizarlo en un momento fundamental de la vida nacional.
Su análisis trasciende el tiempo y permite que nuevas generaciones lo descubran con la misma frescura atemporal que lo caracterizó desde sus inicios. El libro de Rafael Aviña es, y será —al igual que el propio Germán—, único, necesario e irrepetible en la cultura mexicana.

El hombre inquieto
Y creo que no hay mejor manera de celebrar la vida de quien siempre buscó lo más vital que disfrutar sus películas.
No solo para asombrarse ante su enorme capacidad para la improvisación y la comedia, sino también para conocer el México que sirvió como contexto de tantas historias que nos formaron como nación y como apasionados de nuestro cine de todos los tiempos.
Esta lista es un ejercicio de apreciación que involucra tanto a Germán Valdés como a sus directores y al equipo que lo rodeó, todos ellos esenciales para lograr películas insustituibles en la cinematografía nacional.
Desde luego, también lleva la visión personal de un tintanero de corazón, porque a la pregunta: “¿Qué películas de Tin Tan me recomiendas?”, yo respondería con estas cinco para iniciar el divertido camino hacia su filmografía.

El hijo desobediente (1945) de Humberto Gómez Landero
El primer protagónico de Germán Valdés fue bajo la dirección del estandarizado Gómez Landero, quien —con experiencia previa escribiendo guiones para los filmes de Bustillo Oro con Cantinflas, y dirigiendo a Joaquín Pardavé en El Gran Makakikus (1944)— decidió resaltar la figura del pachuco mediante diálogos muy teatrales, dejando poco margen para la improvisación natural del actor.
No obstante, Valdés logró mostrarse pleno, aprovechando todos los recursos que había desarrollado en el teatro y los centros nocturnos, y que lo llevaron a la pantalla grande.
Esta es, además, la película donde se populariza el lenguaje y el estilo de los “tirilones” pachucos de Ciudad Juárez, sello que marcaría a Tin Tan para siempre y por el cual, hasta nuestros días, se le reconoce como “El Pachuco de Oro”.
El verdadero valor de la cinta —más allá de ser su primer papel protagónico— reside en ver a un Germán Valdés sobresalir cada vez que aparece en escena, ya sea mediante sus diálogos improvisados, sus números cantados junto a su Carnal Marcelo, o simplemente con la pura esencia del pachuco que proyectaba.
De hecho, tanto los números musicales iniciales —con un Tin Tan mirando fijamente a cámara mientras canta— como la actuación final en el centro nocturno, constituyen dos momentos inolvidables del cine mexicano.

Calabacitas tiernas (¡Ay qué bonitas piernas!) (1948) de Gilberto Martínez Solares
Tras una inconsistente colaboración con el esquemático Humberto Gómez Landero —un director reacio a la improvisación que siempre contuvo el talento extraordinario de Tin Tan e intentó encasillarlo en el eterno personaje del pachuco—, Martínez Solares vio actuar a Germán en el teatro quedando inmediatamente prendado de su capacidad cómica y su histrionismo.
Fue por eso que lo contrató para filmar una película escrita por Eduardo Ugarte y por el propio Gilberto Martínez Solares: Calabacitas tiernas (¡Ay qué bonitas piernas!).
¿El resultado? La creación de una de las parejas más fundamentales del cine mexicano de todos los tiempos.
Don Gilberto supo reconocer la desfachatez, el ingenio, la espontaneidad y la inteligencia cómica de Tin Tan, lo que permitió que el actor evolucionara hacia registros muy alejados del pachuco para convertirlo en un personaje que representa al hombre que sobrevive por reconocer cada oportunidad y aprovecharla en cualquier circunstancia.
De ahí surge su famosa frase: “Dios, no te pido que me des, sino que me pongas donde hay”.

Por otro lado, Martínez Solares rodeó por primera vez a Tin Tan de un elenco a la altura de su creatividad e improvisación, y estableció las bases de lo que se convertiría en su sello característico:
Romper la cuarta pared constantemente, estar acompañado de bellas coprotagonistas a las que besuqueaba ante la menor provocación, criticar al gobierno en turno y explotar todos sus recursos interpretativos, como cantar y bailar.
Calabacitas tiernas es importante para el cine mexicano no solo por ser una de las mejores comedias de todos los tiempos, sino porque marcó el nacimiento de la dupla Solares-Valdés, que definiría el ritmo del humor cinematográfico durante más de una década, con títulos profundamente arraigados en la cultura popular mexicana.
El rey del barrio (1949) de Gilberto Martínez Solares

En los albores del término del sexenio del veracruzano Miguel Alemán, la sociedad mexicana se debatía entre una corrupción generalizada en múltiples sectores del gobierno, un charrismo sindical avasallador y un rampante tráfico de influencias.
La película ofrece dos visiones: por un lado, la comedia impecable del equipo; por otro, una férrea denuncia social contra el gobierno alemanista, plasmada en frases improvisadas, pero intencionalmente directas por parte del reparto, liderado por Germán.
En medio de este clima, la ya consagrada fórmula cómica de Martínez Solares, Juan García “Peralvillo” y Germán Valdés alcanzó su punto más alto al presentar un personaje de doble vida que, metafóricamente, representaba a toda una clase política que actuaba a sus anchas.
Hizo de un delincuente frustrado, líder de una banda de pobres diablos que tratan de sobrevivir como pandilleros al estilo Chicago, pero que resultan de una ternura infinita debido a su torpeza.
Su líder, Tin Tan, es en el fondo un buen tipo que en la práctica no se atreve a herir a nadie, dejando claro que la delincuencia —mientras no dañe y sea para ayudar a la familia— no estaba tan mal vista.

¿Acaso este discurso no les resulta de una actualidad aterradora?
Como es habitual, el reparto que rodea a Tin Tan es espectacular, manteniendo el ritmo de su improvisación natural y elevando la narrativa para no dejar caer en ningún momento ni la historia ni la comicidad.
Destacan la belleza de una joven Silvia Pinal, la gracia natural del niño Ismael Pérez “Poncianito” y, por supuesto, su “Carnal” Marcelo, con quien protagoniza una de las escenas más memorables de ruptura de la cuarta pared (algo habitual en Germán): abrazándose estando borrachos.
Marcelo hace que Tin Tan mire directo a la cámara y señale al público con una clara intención de denuncia: “Mire nada más, ¡cuánto ratero millonario anda por ahí suelto!”.
Tin Tan, entonces, pide al público: “Dispénsenlo, no sabe lo que dice, está borracho… dispénsenlo”.
Por esto y mucho más, El rey del barrio es una película clave en la filmografía no sólo de Tin Tan y Martínez Solares, sino de todo el cine mexicano. Y por más que se ha intentado replicar su fórmula en numerosas películas hasta la fecha, simplemente resulta imposible.
El Ceniciento (1951) de Gilberto Martínez Solares

En esta exaltación del abuso y el racismo rampante de las clases privilegiadas durante el alemanismo, la dupla Gilberto Martínez-Germán Valdés presenta la historia de Valentín Gaytán (Tin Tan), un indígena chamula que vive esclavizado y menospreciado por su familia de clase media, pretenciosa y avergonzada de su pobreza.
La trama se desencadena cuando se descubre que el dinero que decía tener para reparar la iglesia de su pueblo lo había gastado en una borrachera, jugando “conquián” y viendo bailar a “La Caramba” en el cabaret La Bruja, junto a su padrino Andrés, a quien llama “Mi hado padrino”.
Con tintes de cuento de hadas, donde se mezclan la comedia y un drama contenido, Germán da rienda suelta a toda su capacidad de improvisación, logrando superar el nerviosismo que le provocaba actuar junto a una de las “vacas sagradas” de la Época de Oro del cine mexicano: Andrés Soler.
Este último, como es bien sabido, resultó ser un humorista innato, dando como resultado una pareja hilarante que se complementa a la perfección, para deleite tanto del público de la época como del actual.
Para rematar, los números musicales no solo son interpretados por Germán, sino también por los jóvenes hermanos Zavala, quienes desde temprana edad demostraron una impresionante capacidad vocal.
Un dato curioso: una semana antes del estreno de El Ceniciento (8 de febrero de 1952), se había estrenado Si yo fuera diputado de Cantinflas, que quedó muy por debajo de la película de Tin Tan. Esto confirmó entre el público que el reinado del proclamado “Mimo de México” comenzaba su declive en el gusto popular.

El revoltoso (1951) de Gilberto Martínez Solares
Exquisita y delirante comedia de situaciones donde Germán interpreta a Tin Tan, un metiche limpiabotas y vendedor de la Lotería que hace planes para casarse con su novia Lupita (Perla Aguilar), pese a la renuencia de su padre, quien no ve con buenos ojos a un muchacho que va de trabajo en trabajo y se mete en la vida de todos en la vecindad.
Una vez más, el guión impecable de Martínez Solares, aderezado con la puntual asesoría de Juan García “Peralvillo”, dotó a la película de momentos brillantes, no solo de Germán, sino de cada uno de los actores que compartieron escena con él.
La producción resultó atípica, ya que el director pensaba que no tendría éxito al competir con los estrenos en pantalla en ese mismo mes de Pedro Infante y Cantinflas.
Esto se tradujo en una filmación apresurada y en locaciones fuera de los Estudios Churubusco para ahorrar presupuesto, como la Colonia Industrial, donde se utilizó el Parque María Luisa como punto de encuentro entre Tin Tan y Lupita.
Es allí donde él la invita al cine a ver La marca del zorrillo, a lo que ella responde: “¿Con el trompudo ese que se parece a ti?”.

Escenas para no olvidar
Afortunadamente, la película fue un gran éxito entre el público y nos regaló secuencias inolvidables, como aquella en la que Tin Tan, ante la voz de “¿Bailamos, madre?”, se lanza a danzar el sabroso danzón de Beny Moré, “Dónde estabas tú”, con la guapa Rebeca Iturbide, para después unirse en una coreografía perfecta con otros dos bailarines —uno de los cuales, dicho sea de paso, logra recuperar el paso con elegancia tras resbalarse al dar una vuelta pronunciada—.
Por supuesto, no pueden faltar la escena en la que intenta arreglar la luz de la vecindad con un centavo porque era “electricista que jugaba en el Necaxa”, provocando un cortocircuito no solo en la entrada, sino en todas las casas; o bien la pelea en la cárcel entre Tin Tan, Wolf Rubinsky y Marcelo.
Y, desde luego, la delirante secuencia final en la que Tin Tan sustituye al borracho Hombre Mosca para escalar la Catedral por $500.00 pesos.
Sin duda, una de las películas más divertidas y alocadas de Germán.
Hasta aquí las recomendaciones para iniciarse en el culto a Tin Tan, de la mano en su mayoría, como habrán notado, de Don Gilberto Martínez Solares.

Con la música por dentro
Y aunque en la lista quedan muchas otras películas extraordinarias dirigidas por cineastas igualmente grandiosos —como Emilio “El Indio” Fernández, Juan Bustillo Oro, Rogelio A. González, Tito Davison, René Cardona, Julián Soler, Chano Urueta, Ismael Rodríguez e incluso Jorge Fons, por mencionar algunos—, la realidad es que la filmografía de Tin Tan debe degustarse de manera individual.
Solo así puede crearse una verdadera comunión con su obra y descubrir de primera mano todo lo que Germán nos legó para hacernos disfrutar de una comedia única, irrepetible, no solo por la época en que se realizó, sino por la genialidad irreductible de Germán Genaro Cipriano Gómez Valdés Castillo, conocido por siempre —y a través de generaciones pasadas, presentes y futuras— como Tin Tan, el Pachuco de Oro.