‘El último viaje’, documental sobre la “revolución” de la muerte asistida
En la sala de cine estaba el médico que le dio la inyección final a Federico. En ese mismo espacio de proyección, familiares, amigos y alumnos del médico asistieron a la presentación de El último viaje, documental que busca retratar la vida, la filosofía y la revolución que el médico Federico Rebolledo defendió hasta su último aliento.
Muchos de esos asistentes son familiares de pacientes a los que Federico ayudó a concluir su vida terrenal; innumerables historias de agradecimiento son la estela que dejó la obra del médico quien, paradójicamente, tuvo la oportunidad de llevar hasta las últimas consecuencias sus convicciones sobre la asistencia de los moribundos.
Fue en la Cineteca Nacional, en la pasada edición de DocsMx, que Rodolfo Santa María Troncoso presentó su documental, el cual regresa al recinto para tener una temporada más larga de proyección, junto a otros espacios y salas de cine en todo el país.
El planteamiento original del proyecto fílmico era seguir, primero, la historia de los pacientes que Rebolledo atendía hasta la culminación de su vida; después, el director observó que el tema se volvía más complejo cuando se trataba de amigos y familiares cercanos. Sin embargo, la historia de Federico y su familia darían un vuelco dramático, tras su diagnóstico de cáncer.

Revolución sobre la muerte
El proyecto continuó, esta vez con Federico en el centro de la narración, relata el director, quien fue su yerno. Desde hace alrededor de un par de décadas, cuando lo conoció, el tema de la asistencia a los moribundos y la eutanasia ya eran un discurso y convicción del tanatólogo, relata en entrevista para Clímax en Medio.
En el documental expone elementos de lo que Federico consideraba su revolución sobre la muerte. Abogaba por cambiar nuestra relación con ella, incluso desde la educación básica, relata Rodolfo Santa María.
“Por ejemplo, decía que en los libros de texto de primaria debería de hablarse sobre la muerte, porque en México se juega mucho con ella y con festividades como el Día de Muertos parece que tenemos una buena relación con ella, pero en realidad no, es más bien una fantasía: Cuando nos enfrentamos a la muerte de un familiar o de nosotros mismos, es un terrible miedo, ¿no?”, dijo.
Defender el derecho a decidir
Rebolledo planteaba además que una buena edad para morir era a los setenta y cinco años –un promedio etario que explica y justifica en el filme– y que se tuviera acceso a una eutanasia o a una muerte asistida, pero no como una obligación, sino simplemente como un derecho.
Sin embargo, en El último viaje se observa a Federico alargando el momento para llevar a cabo su eutanasia, más allá de los setenta y cinco, y más allá de lo que parecía recomendar en su práctica filosófica sobre la muerte.

Sufrió complicaciones en su salud que parecían contradecir sus ideas sobre el bien morir. Esto generó un cisma familiar el cual evidenció que, en la eutanasia y su bioética, en este caso particular y emblemático, hay matices más complejos.
La contradicción más que en Federico Rebolledo, se encontraría en el entorno, señala Santa María, no obstante, al final él defiende su propio derecho a decidir.
“En ese sentido creo que el único que puede decidir es el propio paciente, independientemente de que sus familiares, amigos o quien sea quieran o no, porque uno es el único que sabe qué tanto dolor tiene o por qué ya no quiere vivir, porque sus condiciones ya no son adecuadas para hacerlo”, expresó.
La necesidad de la empatía
El último viaje, enfatiza Santa María, tampoco es una biografía del médico, sino de él y sus convicciones interactuando con su entorno, con su familia, amigos, pacientes y sociedad: “Siempre que llega una película cobra sentido si los demás la pueden ver (…) Lo que somos sólo cobra sentido en relación con el otro y, por supuesto, con tus familiares”, comentó.
En esa interacción también está el vínculo de Federico con la sociedad, añade, con una forma de ver el mundo y, por supuesto, con su gente más cercana.
Su película, puntualiza, rebasa los límites de un personaje: nos presenta a otros y, a partir de eso, nos da la posibilidad de sentir empatía con ellos.
“Cualquier persona que haya estado en una situación similar a la de la familia, de estar al lado de un paciente de tercera edad, o alguien con una enfermedad terminal, o alguien que haya vivido algo, puede vincularse de manera muy cercana con la historia”, enfatizó.

Uno de los hilos de la cinta es la muerte digna, pero hay relaciones de amor, de amistad y otras cosas en la película: “Creo que hay historias de amor entre padre e hija, entre esposos y familia”, añadió.
El planteamiento del documental podría ser político y abogar por la posibilidad legal y humana de morir en ciertas circunstancias, pero “tampoco se trata de un discurso para convencer a la gente de eso. Lo que busco es generar curiosidad en las personas, reflexionar sobre estos temas. Finalmente, lo que buscó con compartir esta historia es valorar la vida”, concluyó.
El último viaje llega a las salas
El último viaje se proyecta a partir del 25 de septiembre en Cineteca Nacional y su proyección en diversas salas del país.
En la Ciudad de México se proyectará en Cinemanía, La Casa del Cine, los Faros de Aragón y de Tecómitl, en Cinema Underground y una presentación única en el Museo de las Constituciones de la UNAM. Este viernes 26, en su proyección en la Cineteca Nacional se contará con la presencia del director.