‘El agente secreto’: Kleber Mendonça Filho y la memoria como acto de resistencia
Más que una conferencia de prensa, la charla que ofrecieron el director brasileño Kleber Mendonça Filho y la productora Emilie Lesclaux en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) se sintió como una reflexión íntima y urgente.
El director se mostró visiblemente conmovido por haber sido reconocido con la Medalla Filmoteca de la UNAM de las manos de Hugo Villa (director de Filmoteca) quien le contó que estaba hecha con la plata que sobra de las grandes películas mexicanas.
El brasileño, quien es el encargado de abrir el FICM con su más reciente filme El agente secreto, admitió sentirse “muy tocado con el homenaje”, una frase que enmarcó el diálogo no como una obligación publicitaria, sino como un acto de conexión personal.
“No estaba preparado para comprender el significado de esta medalla. Estamos todos conectados. Desde hace tiempo trabajo en un cine con un programador tiene mucho qué ver porque proyectamos películas del pasado y de archivo”, dijo.
“El año pasado pasamos películas de Irasema Dilián (estrella del cine brasileño de los años 40 y 50) en la selva amazónica. Estoy muy tocado con el homenaje, es un premio muy lindo y significativo. Estoy muy feliz”, expresó.

Un filme en defensa de la universidad pública
El realizador aprovechó para dar un mensaje importante sobre su más reciente filme: “El agente secreto es una película sobre la universidad pública”, enfatizó.
“Es una visión de la sociedad de un tipo de Brasil que no es el tipo de movimiento de democracia con dudas como lo que nos dejó el ex presidente que puede ir a prisión (Jair Bolsonaro), pero es que pase lo que pase la universidad pública siempre debe ser protegida”, añadió.
A lo largo de la conversación, quedó claro que El agente secreto, su más reciente obra, es mucho más que un thriller de época. Se trata de un complejo laberinto narrativo que sigue a Marcelo (un contenido Wagner Moura), un profesor que, en pleno carnaval de 1977, huye de la represión de la dictadura brasileña y se esconde en su Recife natal.
Siguiendo la estela de obras como Aquarius y Bacurau, Mendonça Filho vuelve a explorar sus obsesiones con la memoria, el espacio y la violencia estructural, pero esta vez con una ambición formal que desborda cualquier género.
La película es, a la vez, thriller político, sátira social, comedia negra y fábula urbana con ecos de western. Es un archivo emocional meticulosamente construido y una valiente intervención en las fracturas del presente de Brasil.
Reconstruir una atmósfera, no sólo una dictadura
La decisión estratégica de Kleber Mendonça Filho de no filmar una película sobre la dictadura, sino de reconstruir la atmósfera de esa época, es la clave para entender la profundidad de El agente secreto.
Este enfoque, centrado en lo sensorial, permite que el pasado resuene no como una lección de historia, sino como una presencia tangible cuya violencia no es espectacular, sino, como ha señalado la crítica, “estructural, gris, administrativa”.
El director explicó que su trabajo previo con material de archivo para Retratos fantasmas preparó su corazón para abordar la ficción de 1977. Su intención, afirmó, no era un deseo de “hacer la dictadura”, sino de reconstruir “recuerdos emocionales” de su niñez.
“Creo que primero quería hacer un thriller de mitad de los 70, era un deseo que yo tenía. Pero también estuve en otra película Retratos fantasmas, ahí trabajé mucho con archivos, con Cinetecas, periódicos, películas y audios viejos y reconecté con muchos recuerdos de mi infancia, y al hacer esto sentí que mi corazón estaba listo para hacer El agente secreto”, dijo.
“No tenía el deseo de hacer la dictadura sino reconstruir la atmósfera de una época, recuerdos emocionales de 1977 cuando yo era un niño”, continuó.

Todas las películas se vuelven archivos con el tiempo
Esta perspectiva, influenciada por su madre historiadora y su propia “poca comprensión” del país en aquel entonces, dio forma a un guión donde el régimen funciona como un “trasfondo más que lo principal”, otorgándole una presencia más orgánica y siniestra, como un aire viciado que se infiltra en la vida cotidiana.
“Como mi madre era historiadora, y por la poca comprensión de mi país escribí la película que vieron, pero la dictadura fue como un trasfondo más que lo principal. Me da gusto que tenga una presencia orgánica dentro de la película en un punto social y dramático”, añadió.
Mendonça Filho también reflexionó sobre cómo el cine se alimenta de una memoria colectiva, subrayando que no solo estamos hechos de nuestras propias vivencias:
“(La película misma) viene de todas las películas. Son películas que son archivos y hay que resguardarlos para el futuro. Por eso son tan importantes las cinetecas, ellas nos cuentan del pasado, quiero que estas charlas se archiven y seamos vistos en el futuro”, dijo el cineasta.
“Creo que todas las películas se convierten en archivos con el tiempo, aprendí mucho de Retratos fantasmas, porque hace como retratos familiares, esa película era en sí mismo un archivo nuevo, si se puede ver en cines”, añadió.
También somos los recuerdos de la gente que nos ama
El agente secreto se erige así como un proyecto de memoria colectiva, un archivo que resguarda los ecos de toda una generación.
“El cine eso es para mí, una colección de recuerdos, y El agente secreto es un archivo de mi propia comprensión de mi país y lo que ocurre en América Latina”, comentó.
“Tengo recuerdos de esa época y tomé prestados recuerdos de otras personas, porque somos también eso los recuerdos de la gente mayor que nos amaron como nuestros papás, abuelos y personas cercanas”, sumó.

El desafío de dar vida al pasado: La producción de un Recife perdido
Materializar la visión de un director en una película de época es una hazaña logística, especialmente al recrear una ciudad transformada por el tiempo.
La productora Emilie Lesclaux describió el proyecto como “un reto enorme” y su “producción más grande hasta ahora”, ya que Recife “ha cambiado mucho”. El desafío consistía en “reconstruir este lugar a partir de sus recuerdos de la infancia”.
“Tuvimos suerte con instituciones públicas que nos ayudaron mucho. El equipo fue maravilloso y trabajaron muy de cerca con Kleber, porque él tenía muy claro cómo eran las cosas en el centro de la ciudad con los lugares que conoció”, expresó la productora.
Frente a esta tarea monumental, el director contaba con una ventaja única: una vida entera observando su ciudad. Mendonça Filho relató que ha fotografiado Recife desde que era adolescente, lo que le permitió afirmar: “es como si hubiera estado haciendo la investigación para esta película desde hace 37 años”.
Elogios para la ciudad de Morelia
Con un costo de 5 millones de euros, la película fue un proyecto de gran escala, pero su ejecución, lejos de una lógica industrial, fue “casi artesanal”. Hecha en su ciudad y con su equipo de confianza, esta aproximación le garantizó el control creativo que considera esencial.
Dicho control formal le permitió construir una obra formalmente impecable, pero también dotarla de un “ritmo deliberadamente lento, errático y sinuoso”.
Esta arriesgada apuesta narrativa genera una experiencia tan absorbente para unos como asfixiante para otros, consolidando la película como una obra de autor exigente y sin concesiones.
Además Kleber hizo elogios a Morelia: “Vine a Morelia y en todas partes pienso que esto podría ser 1957 o 1942 o 1927, aquí pudo haber sido más fácil”, dijo.

Un espejo entre el ayer y el hoy: El fantasma de Bolsonaro
Aunque su trama se desarrolla en 1977, El agente secreto es una película profundamente anclada en el Brasil contemporáneo. Su verdadera fuerza política reside en su escalofriante capacidad para trazar un paralelo directo entre la lógica represiva y absurda de la dictadura y la del reciente gobierno de extrema derecha.
Kleber Mendonça Filho confesó que, mientras escribía el guión en Francia en 2021, no fue consciente de esta conexión hasta que sus amigos leyeron los borradores y le señalaron que “estaba muy claro que se trataba también de la Brasil de Bolsonaro”.
“Escribí en un cine que se llama Utopía, tenía una oficina en el cine y para mí era muy seguro estar escribiendo una película sobre los años 70, muy lejos porque no es acerca de ahora, pero cuando amigos empezaron a leer el guión para ellos estaba muy claro que se trataba también de la Brasil de Bolsonaro, porque la lógica de este gobierno era una cosa muy fetichista”, explicó.
“Brasil es un país con una memoria fracturada“: Kleber Mendonça Filho
Para explicar esta resonancia, utilizó una poderosa metáfora: describió la lógica del bolsonarismo como una “fiesta política de Halloween”, un resurgimiento “fetichista” de discursos homofóbicos y autoritarios que se creían superados.
La película captura cómo estas ideologías regresaron para atormentar a la sociedad, fusionando el terror político con lo fantástico, como en la leyenda urbana de la perna cabeluda (la pierna peluda), un mito folclórico que irrumpe en la trama como símbolo del terror sin rostro.
Este resurgimiento, según el director, está ligado a una amnesia nacional deliberada. “La relación de mi país con la memoria es una relación fracturada”, declaró, y la película aborda precisamente esa renuencia a confrontar un pasado “muy desagradable”.
Es esta fractura la que permite que la historia se repita, contextualizando la hostilidad que enfrentan los cineastas, marcada por una “noción casi fascista de que los artistas son enemigos del estado”.

El cine como archivo, refugio e identidad
Para Kleber Mendonça Filho, el cine es una máquina del tiempo personal y colectiva, el lenguaje a través del cual se archiva el mundo. En El agente secreto, la cinefilia no es un adorno estético, sino el tejido mismo de la memoria.
Su anécdota sobre Tiburón (Jaws) no es un mero guiño nostálgico; es una clave para entender cómo concibe la memoria, donde el terror cultural de Hollywood se funde con el miedo político local, creando un archivo psíquico de la época.
Explicó cómo el póster de la película de Spielberg se transformó en una pesadilla personal para muchos niños de su generación.
“Nuestras vidas quedan marcadas por la música, los libros, las películas y la televisión, y la película de Spielberg de Tiburón me marcó y fue un fenómeno cultural, mencionarla en una película ayuda a que se contextualice una época”, comentó.
“Esa película cambió el comportamiento de mucha gente al momento de ir a la playa. Además nosotros teníamos problemas con tiburones en Recife. Así que tener a este niño recordando eso a través de pesadillas tiene que ver con todo, porque tenía pesadillas solo por haber visto el poster. Eso habla del impacto que tiene el cine en nuestras vidas”, agregó.
Conexión con México desde el cine y la música
Este diálogo cultural se extiende a México, revelando su intento de usar la canción de “La Llorona” y cómo un fragmento de “La bruja” se convirtió en uno de sus “momentos favoritos”, creando un lazo directo con el público del festival.
Incluso una escena eliminada, donde un proyeccionista bautizaba a sus máquinas “Carlitos” y “Cantinflas”, refuerza esta idea del cine como un refugio de afectos. “Lamento mucho que eso no haya llegado al corte final”, dijo.
Fue, sin embargo, el cine de Almodóvar el que le reveló que ciudades como Madrid podían forjar una identidad cinematográfica universal, inspirándolo a hacer lo mismo con Recife, una ciudad “muy llena de poesía de contradicciones, de belleza y fealdad”, validándola como un escenario tan universal como cualquier metrópolis europea.
“Estando en España hace tres semanas, pensé que después de una primer contacto con el cine cuando era chico, después de adolescente, siempre con muchas películas americanas, porque me gusta mucho el buen cine americano”, expresó.

Almodóvar le enseñó que el cine estaba más allá de Hollywood
“Estaba seguro que Los Ángeles y Nueva York eran los únicos lugares en el mundo donde se podrían hacer películas, y luego vi Mujeres al borde de un ataque de nervios y eso fue interesante porque ahora Madrid también podía hacer una película”, añadió.
Pero poco a poco descubrió que el cine tenía otras posibilidades: “Luego dos años después Átame en Madrid con Almodóvar. Ahí vi que la identidad de Madrid se forjaba con las películas, así llegaron otras como Carne trémula y ahí vi que podías contar historias de todos los lugares, y por suerte mi ciudad está muy llena de poesía de contradicciones, de belleza y fealdad”, dijo.
Entonces decidió que su ciudad sería su gran set: “Hay mucha personalidad en Recife, hay mucha literatura música y es una ciudad de cine. Ahí hace 100 años un grupo de cineastas comenzó a hacer cine. Para mí es una realidad dramática como Madrid era para muchos. No me comparo con Almodóvar, sino la idea de Madrid como un lugar posible”, añadió Kleber Mendonça Filho.
Filmar para no olvidar
La conferencia en Morelia demostró que El agente secreto es una obra de una complejidad asombrosa, una arquitectura narrativa que opera en múltiples niveles. En el centro de todo, late la convicción de que el cine es una herramienta vital para sanar la “relación fracturada” de Brasil con su historia. Sin embargo, la película no ofrece un consuelo fácil.
Es una obra de autor ambiciosa, exigente y por momentos divisiva, una experiencia que, como apunta la crítica, puede dejar al espectador “más exhausto que conmovido”. En un país donde confrontar el pasado es a menudo “muy desagradable”, el acto de filmar se transforma en una forma de resistencia.
Es una insistencia en mirar de frente a los fantasmas, no para ofrecer respuestas sencillas, sino para entender, a través de una propuesta estética radical, cómo sus sombras se proyectan sobre el presente y, quizás, encontrar en esa incómoda comprensión una manera de cambiarlo.
“Todavía necesitamos varios años para ayudar a recomponer y limpiar esta noción casi fascista de que los artistas son enemigos del estado. Esa es una noción que está muy presente”, expresó.
Brasil y su cine en buena forma
Finalmente habló del impacto que han tenido los triunfos del cine brasileño con el Oscar a Aún estoy aquí de Walter Salles de este año a Mejor Película Internacional y los premios en Cannes para El agente secreto a Mejor Director y Mejor Actor para Wagner Moura.
“En la constitución brasileña dice que el gobierno debe dar medios para la proyección artística, por eso desde la película de Walter Salles y con esta, nos dicen que somos comunistas o que chupamos de la leche del gobierno, muchos comentarios que no van de la mano con una sociedad democrática. Creo que al final estamos de buena forma, no es lo mejor, pero sí estamos bien”, dijo.