‘Drácula: Una historia de amor’, la polémica reinterpretación romántica de Luc Besson
Luc Besson reinventa el mito de Drácula en Una historia de amor, con Caleb Landry-Jones como protagonista. Una propuesta kitsch y exagerada que transforma el relato gótico en un romance meloso, lejos del terror clásico.
“He cruzado océanos de tiempo para encontrarte”, citaba un galante Gary Oldman en la adaptación de Francis Ford Coppola de 1992. En Drácula de Bram Stoker, el amor inmortal era la base del relato, transformando el horror gótico en una historia romántica.
Aunque la cinta de Coppola mantenía cierta fidelidad al canon de 1897, se inclinaba fuertemente hacia la alianza entre Vlad y Elisabeta. Sin embargo, Drácula nunca fue concebida como una historia de amor.
El nuevo intento por explorar este ángulo llega de la mano del francés Luc Besson, quien presenta Drácula: Una historia de amor. Desde el título, la cinta carga con una reinterpretación polémica y arriesgada y desde el título carga con la penitencia.

La apuesta romántica de Luc Besson
Caleb Landry-Jones (Dogman) regresa a trabajar con el cineasta galo para crear una nueva mirada al clásico que resulta a todas luces exagerada, kitsch y poco inspirada, donde Besson cae en el mismo pequeño error de Coppola pero de manera exacerbada.
Aquí, el amor es el centro de todo lo que sucede. Lejos queda la figura intimidante del vampiro, misma que no se percibe físicamente si no es por las habilidades de pelea del Conde en el mano a mano.
Inevitablemente, se nota cierto aire similar a la cinta de 1992 cuando plantea como inicio el mismo dilema: la pérdida de fe que maldice a Vlad debido a la muerte de su amada Elisabeta.

Extravagancias visuales y riesgos narrativos
Es ahí donde la locura y las libertades comienzan sin decoro. Una de las principales cosas que agrega en su particular universo Besson es a un grupo de gárgolas que se convierten en sus sirvientes.
Animados de forma extraña y dignos de una película barata de Disney, ese es uno de los mínimos cambios que convierten al relato gótico en una fiesta de extravagancias que solamente el francés puede plasmar, lo cual condena a nuestra figura icónica a la tumba.
No todo resulta tan terrible en esta reinvención del clásico. Como lo hizo la de Coppola en su momento, queda claro que Drácula: Una historia de amor encuentra su mayor fuerte en el diseño de producción, logrado por un viejo conocido del cineasta galo, Hugues Tissandier (Juana de Arco, Lucy).

Producción y atmósfera visual
Los sets destacan bastante y se acompañan de buenas decisiones en vestuario. En cuanto a la fotografía, hay momentos en los que resalta muy bien todo ese espectáculo exagerado que Besson plasma, con todo y sus locuras e incongruencias al contar su relato de amor.
La musicalización corre a cargo del experimentado Danny Elfman (Batman, Los Simpson), que por momentos logra separarse de buena forma a la composición de la cinta de Coppola, pero en otros cae siempre en lugares comunes donde, si bien se siente partícipe de la locura estética de Besson, no tiene el mismo peso que la partitura de otras cintas del icónico vampiro.
Eso no sería problema si la historia fuera un tanto interesante, pero reinventar un clásico siempre provoca problemas. Aquí, el romance carcome el alma del relato gótico para volver un show que termina por afectar a sus propios protagonistas.

Personajes que no terminan de convencer
No es que Landry-Jones sea un mal Drácula, pero el grado de cursilería que este guión alcanza no ayuda al propósito de su interpretación.
Claro que muestra, por momentos, a un vampiro que roza entre lo galante y lo violento pero le es imposible salir de la eterna capa romántica que Besson le extiende por encima.
Christoph Waltz, que aquí da vida a un sacerdote en busca de liberar de sus penas a la criatura, pasa sin pena ni gloria aunque su motivación sea muy distinta a la que usualmente presenta Abraham Van Helsing, que aquí no es mencionado en absoluto.

El papel de Zoe Bleu y el desenlace
Pero es la actriz Zoe Bleu, que da vida a Mina/Elisabeta, la que sale peor parada. Su postura y actitud se torna poco creíble pues cae completamente en la exageración de lo cursilón del relato.
A diferencia de otras encarnaciones, incluyendo la de la misma Winona Ryder en la versión de Coppola o más recientemente la de Lily-Rose Depp en Nosferatu de Eggers tienen más congruencia que lo hecho por esta actriz que cae víctima de la mordida de un guion que carece del filo característico de la figura a quien representa.
Aunque podría conquistar por ahí a algunas parejas muy enamoradas o a uno que otro amante del vampirismo, Drácula: Una historia de amor denota a un Luc Besson que ha encontrado en Caleb Landry-Jones a un colaborador al que es capaz de hacerle cualquier tipo de relato que él crea puede hacer, pero sobre todo una historia donde el vampirismo importa poco más que un amor loco que cruzó océanos y edades hasta llevarlo a lo meloso.

Conclusión: un Conde con colmillos desgastados
Aunque se puede apreciar que el cineasta quiera salir del molde habitual y trata de dotarlo de una dinámica muy a su estilo, simplemente este Conde tiene los colmillos desgastados, quedando en un mero intento por hablar de un amor perdido pero dejando de lado muchos de los factores que hacen de este icónico personaje lo que siempre ha sido