‘Camina o muere’: la brutal adaptación de Stephen King que revive La larga marcha
Alguna vez en su historia, la mente de Stepehen King creó un alter ego por recomendación de sus editores para evitar la sobre exposición del autor y sus obras pues ya tenían suficientes problemas para vender tan solo una o dos al año. De ahí, sale el nombre de Richard Bachman, que escribiría varios relatos bastante interesantes.
Uno de ellos se adelantó mucho a su tiempo, mostrando un futuro distópico donde un grupo de 100 jóvenes tenía que luchar por sobrevivir en una larga caminata sin meta específica. Pero solo uno de ellos podía coronarse como triunfador. Eso era La larga marcha.
De la mano de Francis Lawrence, cineasta detrás de varias entregas de la franquicia de Los Juegos del Hambre, así como del guionista y también director JT Mollner, que nos sorprendió el año pasado con el estupendo thriller Strange Darling, se juntan para adaptar la kilométrica y sufrida marcha de Bachman/King en Camina o muere.

Francis Lawrence y JT Mollner reinventan la distopía de King
Juntos logran un estupendo resultado al combinar no sólo la lucha por la supervivencia y resiliencia de los chicos concursantes, sino también un crudo relato de amistad desesperanzador donde un futuro brillante es lo que menos se ve cercano.
La historia se centra aquí en solo 50 participantes, entre los que destaca Ray Garraty (Cooper Alexander), un joven que deja a su madre de lado para ganar este enfermizo ejercicio de divertimento militar. Junto a él, está el optimista Peter McVries (David Jonsson), otro joven con una cicatriz en la cara que busca siempre el lado positivo y bello de la vida por brutal que esta sea.
Esta dupla se une a otros variopintos chicos como el perfecto Stebbins (Garret Wareing), el cómico Olson (Ben Wang), el demente Barkovitch (Charlie Plummer) y el apacible Baker (Tut Nyuot) como parte importante de este ecléctico grupo.
Todos ellos son vigilados de cerca por el Mayor (Mark Hamill), quien supervisa que La larga marcha transcurra sin problemas… es decir, que poco a poco los chicos reciban sus advertencias y sean ejecutados después de la tercera llamada.

Mark Hamill sorprende como un villano implacable
Para comprender que esta cuestión es cierta, Lawrence y Mollner crean una introducción a este perverso concurso de unos 20 minutos que termina por mostrarnos las violentas consecuencias de un juego que tiene todo menos ser de niños.
Así, el tono fatídico del filme se deja caer con todo y se mantiene mientras el espectador siente esa tensión, pensando inevitablemente en quién será el siguiente o el último en pie.
Una de las principales virtudes de Lawrence es el trabajo con sus actores. El ensamble tiene un montón de jóvenes que muestran lo mejor que tienen para aguantar esta pesadilla andante de King.
La química entre Garraty y McVries se siente calcada de la novela misma, mucho gracias a la gran labor de Alexander y Jonsson. Ellos muestran dos caras de una historia marcada por hechos dolorosos y la capacidad que tienen para seguir adelante aunque no siempre sea sencillo.

Un ensamble juvenil a la altura del reto en Camina o muere
Alrededor de ese gran corazón latente está el resto de los chicos, destacando sobre todo Ben Wang, que ya había dado de qué hablar con Karate Kid: Leyendas y cuyo Olson logra ser un papel que oscila entre lo divertido, antipático y conmovedor.
Otro que tiene un papel bastante desalmado hasta su conclusión es Barkovitch, encarnado por un Charlie Plummer que busca sacar lo peor de la humanidad hasta que descubres sus motivos.
Pero si hay un actor que sorprende, ese es Mark Hamill en sus breves pero sustanciosas apariciones como el Mayor, un antagonista terrible que no solo se cierne como la figura de autoridad brutal sobre ellos, sino que ejerce una maldad y actitud odiosa, alejándose por completo de Luke Skywalker.
Además se muestra más cercano a la voz del Joker en la serie animada de Batman pero en carne viva. Incluso contrasta bastante con otro papel dentro de una obra de King reciente, La vida de Chuck, pues lo que allá era empatía y corazón acá se vuelve inhumanidad.

Una adaptación con cambios necesarios pero efectivos
Hablando de la adaptación literaria, ciertamente hay bastantes cambios conforme a la historia original, pero éstos resultan para bien. Existe, por ejemplo, en el guión de Mollner, una combinación de rasgos de varios personajes que comparten los más destacados en el filme, siendo Garraty el que sufre menos alteraciones.
Sin embargo, funciona no sólo para cimentar el vínculo brutal que une a los participantes de La larga marcha, sino para explorar un elemento clave en varias obras de King: la amistad, por infame o dolorosa que sea la situación que los tiene juntos.
Ese factor funciona para detonar la empatía con el espectador, misma que es necesaria después de algunos momentos que son realmente dolorosos, violentos gráficamente e impactantes para la audiencia.
Es en medio de ese tono oscuro que esta luz funciona de maravilla, algo que también es distinto a lo visto en el libro.

Una de las mejores adaptaciones recientes de Stephen King
A pesar de todos esos detalles, sin duda es una de las más ingeniosas adaptaciones que ha tenido King en los últimos años, estando a la par de lo hecho antes por Frank Darabont (The Mist, Sueño de fuga) y más recientemente por Mike Flanagan (Doctor Sueño).
La música también funciona de maravilla para este mundo sórdido de la caminata eterna. Y es que otra virtud de Camina o muere radica en la labor de Jeremiah Fraites, cofundador y compositor de la banda de folk rock The Lumineers, que sabe dónde poner los elementos para acompañar la desolación en la que pareciera que el universo alrededor de ellos está acabado.
Aquí también destaca el diseño de arte y la fotografía, mismos que con colores opacos, luces en la noche y hasta una paleta amarilla en un momento determinante, encuentran un destacado lenguaje para el filme.
Reflexión sobre la violencia y el costo de sobrevivir en Camina o muere
Incluso en el mensaje, la cinta de Lawrence nos lleva por la cuestión básica de la supervivencia y lo que estamos dispuestos a resistir por ello, llevando los cuerpos de los chicos al límite en medio de un sistema a todas luces fascista en el que la autoridad militar determina el andar de la vida.
La marcha, en cierta forma, representa un modo de resistencia para algunos, e incluso venganza para otros, ante un sistema que ha decidido oprimirlos y que resuena con frases que escuchamos en nuestra belicosa realidad, mostrando que a veces hacer una nación grande de nuevo implica matar a tu propio futuro.
Es por esta sensación de reflexión y con ese final bastante brutal en donde no vemos mucha luz que el texto de King y la mancuerna de Lawrence y Mollner crean en Camina o muere una historia donde el cambio es necesario, en que la violencia no es la salida y que, por momentos, es importante recordar que, aunque todo parece perdido, es la forma en que vemos lo que nos pasa la que nos puede llevar a salvarnos o condenarnos por siempre.
Y en el caso de lo segundo, significa la derrota de la humanidad entera sin importar la caminata que uno ande.